30.10.11

Bananas verdes


Estoy hablando de mí mismo muerto, pero noto que a ti se te hace más espinoso que a mí imaginarlo. No debes confundirnos, a mí vivo y a mí muerto. El primero te está pidiendo algo que el segundo no podrá reclamarte ni recordarte, ni saber si cumples. Qué te cuesta darme tu palabra, entonces. Nada te impide faltar a ella, te sale gratis.

Lo observo sin decir nada, con la mirada filtrada por cada uno de los casi 20 años de amistad que nos unen (qué fácil es hablar pienso, soltar palabras por la boca sin solicitar permiso al oyente de si las quiere oír o no). La palabra gratis todavía da vueltas por la cocina, la siento hincharse y adueñarse del silencio de la pausa. Gratis, digo. Gratis es el precio que le percibimos hoy Javier, dice él, mañana, si es verdad que mañana no estarás como me dices ahora, entonces cómo puedes tú, o quien sea que no haya atravesado el tiempo hasta el mañana y haya regresado al ahora, asegurar cuál será eventualmente el verdadero precio de la responsabilidad que me estás pidiendo hoy. Y si bien es verdad que nada me impide faltar a ella cuando llegue el momento de concebir esa posibilidad, cómo piensas tú que podré moralmente huir al compromiso jurado a un amigo que ya no está. Y digo jurado porque que tú me pidas lo que me estás pidiendo, ya me obliga a sentirme responsable por lo que pueda suceder ante una potencial deslealtad de mi parte (ya las palabras han sido dichas pienso, su petición fue hecha y oída por mí, ya no se puede devolver lo dicho ni revertir su golpe, la memoria todo lo guarda y nos lo arroja nuevamente cuando menos lo esperamos, teniendo que lidiar con lo que el tiempo ha devuelto). No seas iluso digo bajando la voz, no pienses que las palabras son tan solo sonidos (claro que lo son al verbalizarlas pienso, pero la huella que se imprime al ser oídas, es el abono que las germina y lleva a crecer hasta convertirlas en comportamientos a veces impensables por el que un día las pronunció, cuántas palabras callaríamos si pudiéramos conocer las consecuencias que esconden y que nunca deseamos pero que tampoco reparamos ni concebimos al liberarlas).

Sigo pensando y hablando al mismo tiempo, deseando hilvanar los pensamientos con las palabras de la mejor manera posible, haciendo el esfuerzo de unirlos e intentar influenciar en su encuentro por más que los pensamientos siempre serán más vertiginosos e incontrolables que las palabras que intentan vestirlos. Si mañana no estás Javier, y lo que me pides es en verdad una voluntad rumiada y producto de tu más solitaria reflexión, cómo piensas que tu fantasma no va a volver de manera diaria y rutinaria en forma de cicatriz a través de mi forzada presencia y exigida protección de tus seres queridos. No amigo, no creo natural pretender controlar el futuro. Tu petición borra toda posibilidad de que el tiempo traiga sus siempre sorpresivos hechos. Si en verdad ya sabes que te vas a ir de este universo (y aun no he preguntado los detalles de semejante supuesto me digo), entonces que tu recuerdo viva por su propio peso, que seguro será suficiente como para que dure toda la vida de los que aquí quedamos. Pero no lo intentes evocar más de lo que le corresponde, por más que no sea esa tu intención al pedirme lo que me pides. Que si te vas, te conviertas para ellos en un recuerdo cada vez mas vago y difuso y así al menos les des la floreada y espinosa posibilidad de idealizarte, porque ellos, que tan niños son aun, podrán hacer lo que quieran con lo vago y difuso y moldearlo a su antojo. Retira tu petición, y quítame la responsabilidad de tener que cumplir con la orden de llevar tu recuerdo camuflado (palabras pienso, tan solo palabras arrojadas). Conviértete en un delgado hilo de imágenes que pueda tomar forma de paraíso perdido, de tiempo feliz en el que todo estaba en su sitio y no faltaba nada ni nadie.

Tomo una pera de las que están junto a otras frutas en un plato hondo sobre la mesa donde conversamos y al levantarla, noto que hay dos bananas aun verdes bajo las uvas.
Muchas cosas se pueden estimular y acelerar, forzar su crecimiento o alterar su tiempo natural. Pero no muchas más que algunas pocas. Las otras, las que no existe nada que podamos hacer para hacerlas madurar o alterar, no queda más remedio que aceptarlas.

¿Qué más se puede hacer? Todo nace verde y si se deja, lograra la madurez que le pertenece. El tiempo que la hará cambiar de color hasta madurar, no queda más remedio que aceptarlo (pide lo que quieras amigo, tus palabras verdes aun tienen que atravesar el tiempo, y no hay nada que podamos hacer).

Está bien, quédate en paz, no hablemos más, te lo prometo, te doy mi palabra (nuevamente pienso qué fácil es hablar, decir, dejar caer palabras, incluso aquellas que se teme no poder luego respaldar con hechos, hablar es un esfuerzo en apariencia tan barato que solo aquellos que han sido envueltos y disciplinados por el poder y las consecuencias truhanes de las palabras, realmente saben el desmesurado valor de lo que se dice).

http://www.lastfm.es/music/Juan+Stewart/_/Bananas+Verdes

No hay comentarios:

Publicar un comentario